domingo, 28 de mayo de 2017

La Garcia Xaubet




Compañera:

 Se que faltan unos días, pero a decir verdad, nuestra historia empezó en Mayo, cuando por esas cosas del destino (aunque me niego a creer) te puso en la misma isla que a mí. Que manera más linda de arrancar nuestra relación que hablando de Brownies. No los conocías y así un poco bardeando y un poco coqueteando, terminamos haciendo lo que después de tanto tiempo seguimos haciendo: discutir por cualquier pelotudez. Siempre te dije que lo que me había flechado fueron tus nalgas y la funda tu C115 ( el mismo dato que retuvo tu futura cuñada) junto a todos los chirimbolos que tenías colgando por toda partes. Pero no, lo que me sedujo fue ver tu cara de asombro y enojo, esa que ponés cuando te llevan la contra y crees que tenés toda la razón. Algo en mí cambió, empecé a sentir algo por alguien de nuevo. ¿Será por eso que me mando muchas cagadas seguido? ¿Será por eso que hoy, once años después, sigo peleándote en todo?

El primer indicio de que todo estaba bien, fue cuando me desafiaste a que te cocinara los Brownies y el 25 de Mayo de 2006 caí en el piso de Reconquista y Paraguay con una bandeja de exquisitos “cositos de chocolate” hechos a mano. Te esperé a pesar de que entrábamos tarde, te habías ido de joda, pero no importaba, la supervisora tenía el privilegio de faltar un feriado y ya habíamos descubierto como sabotear el sistema. Todos los gedes se abalanzaron sobre Tupper y vos exclamaste: “Eh son para mí” Ahí todos entendieron todo. 

Enganché los pensamientos sucios y picarescos de Oscar. ¿Te acordás la cara de Diegote? Estaba con una llamada, pero aplaudió mentalmente, esa sonrisa no me la saco más de la cabeza. Como la de mi Hermana. Que vergüenza justo pasaba en ese momento. Nunca estábamos en el mismo piso, pero ese día era el único lugar donde pudo sentarse. Su expresión fue reveladora. Comprendió el porque su hermano la noche anterior no había salido a destrozarse la cabeza, ni a terminar tirado en algún bar de Ramos y eligió quedarse cocinando. Casi ni hablamos con ella de las cosas de la vida, pero esa sonrisa, esa mirada, algún día voy a decirle, fue la que me empujó a tomar la mejor decisión de mi vida.


Como una Peli de Kusturica. Faltaba sonando los acordeones y las trompetas atrás, bueno de hecho sonaron. ¿Cómo que no conoces la Música Balcanica? Ponete a escuchar ya que el 9 de junio tenemos una Fiesta Bubamara. Bueno, mentira, te invitaste sola y yo acepté pasivamente, hasta la caradura me pidió mi número de teléfono. Que linda fiesta. Nos divertimos mucho y no querido lector, no chapamos. Volví a  casa, me perdí como siempre buscando Avenida de Los Incas o alguna que me sacara al Conurbano. Frené para pensar. Miré al cielo y ahí estaba, La Luna Brillante. Me quise hacer el gato:

-¿Viste que linda que está brillando la luna en el cielo?

-A mí amiga le forzaron la puerta del auto y le robaron el estéreo.

Sí, una película de Kusturica. Valoré mucho esa noche, teniendo en cuenta que nos habían querido separar. Ilusos. Nacía un amor, no una conjura política. Empezaron a ponerte a cargo del grupo cuando la supervisora lo necesitaba. Recuerdo la tensión que sentí cuando por poco me agarrás intercambiando información ilegal con otro compa acerca de las irregularidades del Call Center y la dirección de donde nos tocaba reunirnos ese viernes. 

Pero no hizo falta porque hacía rato almorzábamos juntos, caminábamos al tren o hacíamos tiempo en la Plaza San Martin. No obstante, no tenía en claro si me entendías o no. Notaba en vos, mucha duda, me negaba a creer tu cambio de visión hasta que Teleperformance te chantajeó con un mejor puesto para que dejes de hablar conmigo. Nos peleamos feo por Fotolog y mensaje de texto, pero sin embargo, elegiste la manzana podrida que al cajón. Punto para mí. Ganaba un amor, ganaba una compañera de vida. 

Después vino la fiesta, el partido de Argentina y el Lunes. Charla hasta las 23 en Plaza San Martín: Yo no quiero hablar con vos de política, quiero hablar de mentolados. Que forma rara de decirle a alguien que la querés en tu vida. Nos fuimos y los acordes de Rinji Dinji Bubamara empezaron a sonar. Nos besamos en la parada del 93.

Por eso es muy lindo hoy cuando estamos frente a frente hablando del sistema educativo no puedo evitar querer cerrarte la boca de un beso. Aunque orgullo mio y pelotudez, muchas veces me quedo mirando tu boca y me pierdo la mitad de las cosas que decís y me pedís. Sí, la madre de mis cagadas es toda culpa tuya :)

Despúes el resto lo conoces y a nadie le importa, sólo que, quiero que sepan, que luego de once años, te elijo en libertad, día a día. No aguanto más. Quiero ver como te escondés de la vergüenza cuando leas esto.

Gracias Garcia.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Volviendo Des-Pa-Cito al Pasado


La historia de los tres italianos cantando Despacito en el auto es graciosa de por sí, ya que bien se sabe desde que salió la canción no para de sonar y parodiarse por todos lados. Pero el hecho de que sean tres italianos es más gracioso, puesto que la sonoridad del lenguaje, las expresiones exageradas y la cascarrabies de disfrazar algo que nos gusta con un enojo nos parece simpático y hasta casí que nos identifica. Bien lo representa Peter Griffin en un capítulo de Family guy: un italiano hablando, sea enojado o contento, es un constante Parapapupi. 

Pero lo que el grueso de la gente no sabe, es que el italiano, es realmente así y si me permiten, tengo licencia para hablar: Crecí en una familia de tanos, salvo Papá que nació aca y la parte de mi vieja Mendocina, el resto eran todos tanos, miraras a dónde miraras, amigos, tios, abuelos, nietos, vecinos...tanos everywhere. Ese simple video me hace cerrar los ojos y volver al pasado. Cruzar una puerta de garaje y encontrar una mesa, bueno, una secuencia de caballetes y tablas, de 6 metros de largo. Aunque no lo crean, seis metros de comidas y bebidas. 

No era fácil adentrarse en una fiesta de italianos. Sabías que había una porque desde la otra cuadra se escuchaban los gritos, las chanzas, las risas y los golpes en la mesa. Imagínense para uno que estaba ahí escuchar eso equivalía a una sordera crónica. La secuencia se complicaba aun más. No había duda que algo nos unía: eramos del Sur Pobre. 

No obstante, y bien marcados para que no haya confusiones, de un lado estaban sentados los Napolitanos y del otro, en franca minoría, los Calabreses. Por arte de magia, cuando parecía que iba estallar la guerra civil, las mujeres empezaban a entonar las canzonetas y todo se olvidaban, se unían en un canto que no diferenciaba dialectos y status quos, porque terminaban acordándose que todos vinieron con el culo en la mano y tuvieron que remarla para sobrevivir en este país. Así desfilaban una y otra vez Reginella Campagnola, oh sole mio, Funiculi, funicula, Torna a Surriento y muchos éxitos más de Rita Pavone o Nicola Di Bari.

¿Saben que lindo era estar ahí? Ver la Campaña del Napoles de Maradona y festejarlo como si estuvieramos allá. ¿Saben que lindo fue ver Italia 90 con esa gente? No creo, ni yo que la viví tengo palabras para describirlo. Pero lo más lindo del Fútbol eran los Sábados cuando íbamos en patota a ver al Sportivo Italiano. Grande ACIA ganes o pierdas los viejos y los jóvenes estaban ahí cantando a los gritos alentando al azurro. 

Los viejos que se regordeaban de tener los carnets del 1 al 100, los de cuarenti pico repartiendo los papelitos para tirar, los de 20 a 30 que cruzaban las banderas de los paravalanchas o se subían al alambrado a colgar las insignias Verdes, Blancas y Rojas. Que lindo era estar sentado en la tribuna viendo ese fútbol rústico mientras veías a tu viejo y tu tío putear al referí y al equipo, en tano, en castellano o lo primero que se te ocurriera. Strunzo, Matungo, Referí Bombero, Cuánto te pagaron, Figlio di Puttana, todo ese ambiente era mágico y hoy lo sigue cada vez que lo recuerdo.

Así que despacito o no, ese video para mí es mucho más que tres italianos cantando en un auto. ¿Saben porque me cuesta mucho mantener el enojo? Porque al toque me doy cuenta que estalló en una furia que sale de la panza y me arrasa el pecho, una furia que se expresa en gesticulaciones, manos al cielo con la palma abierta a la altura de la frente. Me acuerdo de mi abuelo Leonardo, Mi Abuela María y del Tio Emilio, gente que ya no está pero que moldearon mucho mi forma de ser. 

Me acuerdo como me asustaba, pero al mismo tiempo me reía de esa escena de enojo. Esa sensación me vuelve y estallo en carcajadas. Me doy cuenta que me enojo porque quiero disimular que no puedo decir en voz alta te quiero o te amo. Me enojo, porque me enseñaron a vivir con pasión y a aguantarla. Siempre con la frente en alto y para adelante, Tutta la vita davanti. Entonces, cuando me veo en ese espejo, me rio.

Yo no creo en el más allá y por eso lloro este presente. Nunca me reencontraré con los que partieron, no obstante, los llevo en el recuerdo, en mis actitudes en mi lenguaje. Me prepongo de ahora en más, si la coraza italiana me lo permite, abrazar a los que están y decirles todo lo que siento. No se si despacito al oído, pero de alguna forma lo tengo que lograr.